miércoles, 7 de noviembre de 2012

DESAPARECIDO


Borrar no fue posible, pero sí el relámpago en la esquina
y un cuerpo blanco herido del hechizo
que llegó tarde, como el charco que pobló un día de sol.
Tu luz negó la llama y el frío turbó aquella copa delgada
que mecía el vino de la trata, que gritaba en el interior de un viejo pingüino,
herido de tanta seca, sofocado.

Borrar no fue posible, pero sí caer la puerta entre tus dedos
Y un rostro roto tornado de palabras
que llegó tarde, como agua a pozo hueco.

LIGEIA 2012

viernes, 26 de octubre de 2012

ESPACIOS


TEJER SOBRE LA BRISA INCIERTA
EL ÀLAMO QUE NOS PROTEGERÀ.
COSER SOBRE EL AGUA SONORA
EL FLUIR DE NUESTROS RUIDOS SECOS

Y UN CABALLO, Y UN ÁNGEL QUE SUSURRAN
EN UN IDIOMA TODAVÌA CONOCIDO, TODAVÌA COTIDIANO
EL LUGAR QUE NOS HABITA Y NOS ACALLA

LIGEIA 2012

sábado, 29 de septiembre de 2012

BASTANTE

Bastante encuentro en tus ojos vedados
entre obstinación y entrega
entre la fascinante espera de tus pies
y la caminata tardía del descenso.

No mucho, sólo poco, salvación del brazo cansado,
fiera anodina de la noche-grieta entre tumultos:
redención de tus muslos en mis piernas
y balneario ahogado en tu sexo de penumbra.
LIGEIA 2012

viernes, 24 de agosto de 2012

CUENTO DE HADAS



Sin sueño no hubiera podido poseerla. Al despertar, su mirada imprimió la ausencia. Él, sólo, sapo contra el borde del asiento.
LIGEIA 2012

jueves, 23 de agosto de 2012

DE VIAJE


            En el asiento trasero colocó los papeles. Llevó consigo el bolso de mano y los anteojos para leer. Dobló una pierna sobre la otra, se colocó los lentes y se internó en el diario del día. Antes de comenzar el viaje, el conductor del micro le pidió que despejara la parte de atrás ya que debía estar libre para un posible pasajero. Lo que más la enojó fue el tono con el que remarcó la palabra “posible” y, después, la mirada celadora que la seguía desde el espejo retrovisor. Pensó en discutir las posibilidades de ese “posible”, a esa hora y en ese pueblo, pero prefirió recoger los papeles y colocarlos en el asiento del acompañante. El colectivo comenzó su marcha tibiamente, meciéndola sobre aquella estepa solitaria, al tiempo que su cabeza se perdía entre las hojas del periódico.
            Una voz indebida la despertó con un “permiso” inesperado. Miró a su alrededor y observó que el resto de los asientos estaban vacíos. Se acomodó los anteojos y sondeó a esa mujer que le exigía un lugar a su lado. “Permiso”, vociferó nuevamente. Como no comprendiendo, tomó los planos, los sostuvo como pudo con una sola mano, mientras se ponía de pie para dejar paso a su futura compañera de viaje. Ella, de unos 60 años, morocha y retacona, la miró azorada y le explicó que ese lugar le pertenecía, que así lo indicaba su boleto, que qué barbaridad la juventud de ahora, etc, etc. Así descubrió que debía conformarse con el lado de la ventanilla. Siempre había sentido cierto horror por viajar de ese lado, pensaba que ante alguna catástrofe sería más difícil levantarse y escapar por la puerta. Pero trató de olvidarse del asunto y aceptó lo ocurrido cubierta de papeles, sobre el asiento de un ómnibus, a las tres de la madrugada.
             El sueño la halló nuevamente, hasta que el peso de una cabeza cayendo sobre su cuerpo fue tornándose en algo demasiado real. Abrió los ojos y buscó con violencia bajar el apoya brazos que augurara una distancia tangible entre ambas. Tras varios esfuerzos, luego de haber empujado a esa masa corpórea que la amenazaba hacia el otro costado, logró bajarlo y recobrar cierta armonía. Sin embargo, su espacio también se había reducido, así que debió achicarse hasta convertirse en algo diminuto amarrado a un par de papeles y esforzó sus manos para achicarlos a ellos también. Intentó volver a dormirse.
            Finalmente quedó sola. Y ya liberada, buscó moverse hacia el otro asiento, pero no pudo, experimentó una secreta debilidad en sus músculos. Entonces, se resignó a quedarse en su lugar, dinamitada por lo ocurrido. Otra vez, el cansancio y el sueño reaparecieron.
            La voz del colectivero la despertó indicándole su destino, pero inútilmente trató de incorporarse: su piel no le pertenecía, sus ojos apenas distinguían la claridad, sus rasgos habían sido borrados por la textura del tapizado, súbitamente apretado contra la espalda de un nuevo pasajero, con otros papeles, al lado de una ventanilla, en una madrugada de verano.

LIGEIA 2012

MIXTA



La nombró entre la tierra,
con el calor y la aspereza del verano.
La buscó entre los azules y los violetas
que el tiempo le había preparado.

No le gustó, temió convertirla en monumento para sus amores
En recuerdo… olvidarla

Trepó el cerro y la sostuvo casi muerta,
Dahlia pequeña en acto de suicidio.
Subió más y desechó su encanto, quebró el paso y
aconteció el agua en la frente, en el torso, en el cuchillo.

La pasionaria, la llamaron
La pasionaria de amores incompletos, de puertos inseguros, de exilios extinguidos.

Murió mujer, murió de rojo. Tal vez
“la luna vino a la fragua con su polizón de nardos”.

LIGEIA 2012

jueves, 9 de agosto de 2012

FRIDA


Nada resultaba tranquilizador, sólo su presencia y la cadencia de su mirada. Noches agitadas de calor que le inundaban el día de un placer sediento y solitario. Lo buscaba, lo buscaba como un animal domesticado que se ha quedado huérfano. Su olor aparecía donde menos lo esperaba y su espuma subía hasta la mañana.
            Por las tardes, sentía que se ahogaba, que la muerte sucedía allí, que sólo la salvaría la posibilidad de varios anocheceres. Entonces, él entraba calmo, sonriente, con su pecho enorme para deshacerle el miedo del atardecer.
El tiempo no era tiempo, no transcurría entre matices, sólo hilvanaba un rojo espúreo la cabellera de aquel amor. Cuándo él se iba, se llevaba la luz; todo yacía descolorido y deformado por la ausencia de su sombra.
            Una noche no volvió y ella fundió su desesperación en sollozos entrecortados y trazos rápidos sobre una hoja de papel, que, seguramente, nunca entregaría. Exhausta por el esfuerzo, con un orgasmo entre sus piernas y  un poco de alcohol en la boca, se tumbó sobre la esterilla que cubría parte del living. El fuego la agobiaba y el abandono se convertiría en uno de los caminos posibles que recorrería, ya tranquila, entre encuentros y desencuentros.

LIGEIA 2012

martes, 31 de julio de 2012

EXTRAÑO



Las zapatillas colgaban del tendedero desde hacía días. Elena las observaba por la ventana de la cocina mientras hervía agua para el mediodía. Los floreros habían sido colocados antes de que ella llegara. Tomó una de las sillas y comenzó a pintarla con desinterés –le disgustaba tener que colocar el nombre de cada invitado nuevo diariamente-. La olla comenzó a borbotear con la fruta adentro, despidiendo una ráfaga dulzona. Los vidrios se empañaron, pero las zapatillas aún se distinguían. Pasó el pincel detalladamente y vio como cedía a las imperfecciones de la madera, como el líquido se derramaba en la grieta de un nombre anterior. Cuando hubo terminado, selló con barniz la silla y apagó la hornalla. Sus uñas, con restos de pintura, deberían ser cortadas. Colocó la fruta dentro del jarrón principal. Miró, antes de irse, por última vez las zapatillas que mañanas serían otras, igual de anónimas.

            LIGEIA 2012

ABISMO



Dejó la cartera en el suelo y cayó sobre la silla. Miró sus uñas sin atreverse a confesarlo. Él abrió las ventanas y una ráfaga de miedo la cegó. Su grieta era lejana pero ella la había actualizado, convirtiéndola en un presente sinuoso. La fruta había sido devorada en el lugar equivocado y su nombre ya no le pertenecía.

LIGEIA 2012

PERDER



Una silla te comió la luz
Y un nombre te lamió las uñas
¿Cómo alcanzo la fruta originaria?
¿Cómo sano la grieta permitida?
Trazos y ráfagas.

LIGEIA 2012

MICROHISTORIA II



Un hombre triste resolvió su tristeza. Una mujer decepcionada recogió su decepción. Un hombre triste mutiló su tristeza y ahogó la decepción.

LIGEIA 2012

MICROHISTORIA I



Una joven mujer, ambiciosa y perversa, enamoró a un noble hombre. Éste, sólo pudo ver una parte de ella. La otra parte apareció después e hirió su hombría. Entonces, él las mató a las dos.

LIGEIA 2012

CLARA



Él sólo la había visto un par de veces en la estación de ferrocarril. Su cabello oscuro y la profundidad de sus ojos negros lo habían invadido. Intentó ayudarla a cargar sus bolsos, pero ella, con un gesto desdeñoso, evitó su contacto.
Subieron al tren y luego de recorrer algunos kilómetros se atrevió a preguntarle su nombre, y su voz sonó lejana como el viento. Clara –dijo- y su tez morena lo abarcó todo hasta hacerle bajar la mirada. Y usted – oyó que le decían. “Juan”, repitió como un niño al que descubren haciendo una travesura. Luego, desconociendo el comienzo, su conversación se extendió en un dulce movimiento.
Ella bajó dos estaciones antes que él, y anotó sobre la valija cubierta de polvo dónde podía encontrarla.
Juan miró y miró, y siguió mirando hasta ese domingo –dos semanas después del encuentro- que decidió ir a visitarla. Sin saber cómo, escribió en un papel palabras sueltas con olor a amor. Después, tomó un sobre, lo guardó en un bolsillo, caminó por el andén, abordó el tren. Y se sentó con un nombre y un cuerpo en su mirada.

LIGEIA 2012

OLVIDO


El libro en la misma página marcada. Mis manos sosteniéndolo y mis dedos acalambrados por la espera y el deseo de llegar a ella. Una nota al margen: “ver lo que existe”. ¿Qué habré querido decir aquel día que leí el libro por primera vez? Sensación extraña: yo, sentada en una silla releyendo un libro que nunca pude terminar, mareada por oraciones inconclusas y letras que se deshacen. Parece la historia de alguien que fue y no volvió. Pero, sin embargo, vuelvo, lo tomo entre mis manos y leo. Finalmente, lo abandono una vez más. Pienso: “la que dice las palabras difícilmente pueda oírlas”.

LIGEIA 2012
CLARICE LISPECTOR

domingo, 22 de julio de 2012

INTERSTICIOS



 Urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algún modo el tiempo, quise recordar, en mi sombra, todo lo que sabía.
LA ESCRITURA DE DIOS, Jorge Luis Borges

Sintió que algo en ese pozo lo reclamaba. Buscó a tientas la soga y trepó el húmedo fondo de su soledad. El tacto se le hizo piel y pudo distinguir cada raíz cortada, cada tiniebla, cada fisura en el fondo de aquel sótano de tierra. Entrecerró los ojos e imaginó cómo había sido aquel lugar antes de la hendidura, de las posteriores excavaciones, de la celosa protección de su familia. Pero no pudo sentir nada, solo una saliva espesa y seca que daba vueltas alrededor de su lengua y caía por su garganta. Su mano derecha seguía sosteniendo la soga con fuerza, aunque fuera inútil, aunque ya no fuera necesario dejarse tentar por aquel abismo. En la izquierda sostenía un puñado de polvo que recogió en la caída, polvo que le empañó la vista y le hizo dudar sobre el sentido de aquella promesa.
Sus pies comenzaron a humedecerse con el barro que acumulaba el fondo y también sintieron nuevamente las raíces que rompían los espacios planos, que los deshacían como nervios saltarines y difusos en el interior de su cuerpo. Experimentó una satisfacción inusual y sus ojos iluminaron cada uno de los rincones que la forma le negaba. Recordó la palabra y la mezcló con conversaciones antiguas para que no fuera descubierta. Oyó el rugido del animal y olvidó cómo llamarlo, sólo alcanzó a divisar sus garras que pugnaban por escapar de la grieta. “La escritura de Dios”- pensó, pero la imposibilidad lo tenía atrapado sin lenguaje. Asomó su ojo izquierdo y lo vió: indescriptible e indescifrable como aquella criatura mítica que sus antepasados silenciaran. Volvió a acercarse y el sonido hueco lo hirió hasta que sus oídos comenzaron a sangrar. Sintió pena: pena por el silencio, por la traición y el desarraigo; pena por sus hijos y sus nietos; pena por él. Intentó atravesar la grieta con su cuerpo, pero éste resultaba enorme en comparación con la inquieta hendidura. Le dolió cuando el tigre hirió su pierna, pero decidió olvidar su dolor. ¿Para qué sirve el pasado? – se preguntó, e inmediatamente supo que ese sitio era su recuerdo, su ser, su linaje. De un modo u otro siempre había sabido de su existencia, a pesar de las conversaciones en voz baja entre su madre y su abuela, a pesar de la ceguera del viento en las noches calurosas, a pesar del pozo mismo. Esa criatura le pertenecía, era su herencia, le irradiaba vida e incertidumbre –y, hasta quizás, muerte- sólo debía hallar la manera de tocar la grieta.
LIGEIA 2012

jueves, 5 de julio de 2012

LA FALTA



Paredes-pieles y piernas cortas.
Mirada de abajo y penumbra de arriba.
Él, el gato, sólo,
y el callejón se descuelga en una traición.
Soledad de pavimento y ausencia
que arrincona la tarde anaranjada.
Sombrero, zapatos y un peatón distante,
una espera que vuelve sobre sí misma.

LIGEIA 2012

FIELES



Platos y cucharas,
objetos tomados por el hambre, por el rezo.
Estampitas en el fondo del recuerdo,
molestias en la casa de los buenos
Y costumbres desusadas en las camisas rotas, abandonadas
del temblor, del abrazo.
Ojos, hasta entonces, bocas.
Comida que sirve para servir.

No ven, sirvientes y serviles
la angustia de la tierra prometida.
LIGEIA 2012

jueves, 28 de junio de 2012

DOMINGO



Entretanto salió por la ventanilla
y saboreó el amor que se iba con el viento.
Le llevó poco llegar a lo previsto
mientras todo se transformó en un ave muerta
en el infinito espacio de las kermeses,
donde patitos de hule flotaban en la cumbre del agua,
donde gente enmascarada giraba sus anillos.
La gran rueda daba vueltas y su chirrido tenía olor a crema,
y movía las aspas oxidadas sobre el árbol gigante que la sostenía.
Un día de fiesta, petardos y fuegos artificiales
sin pecados concebidos.
LIGEIA 2012

lunes, 25 de junio de 2012

AMAR



Valija ardiente entre tus brazos
que tocan el espejo libélula de la mañana
sobre la frente insospechada de tu tiempo,
sobre la tierra oxidada de tu ombligo.

Labio infiel que mezclas la pulsera-farol
de tu tobillo, con el suspiro indecente de tu dedo.
Peces, habitación-viento y tus ojos
que simulan estaciones inertes y campos de vacío,
en el armario-lluvia de tus manos
en el papel-vereda de mis años.

Ligeia 2012

EL OLVIDO



Cortes-Espacios-Pieles
y una lengua comida por otra boca
y un testigo en los ojos
y una ciudad que quema su memoria.
Ligeia 2012

EMA



            Ema espió por detrás del cortinado las coreografías que las bailarinas más jóvenes realizaban sobre el escenario. Sentía determinado orgullo hacia aquellas muchachas pueblerinas que venían a exhibir sus cuerpos en la Gran Ciudad. Ella también lo había hecho en algún momento; ahora la artritis dolía y le pesaba en los párpados.
            Pero esa noche era su homenaje, así que se había colocado los guantes negros aquellos, que habían sido regalo de algún amante, y el vestido de gaza verde que tan bien caía sobre su aún marcada cintura.
            Una expresión de anhelo y de tristeza se entremezclaban en el fondo de sus ojos, aunque también sostenían una vigilia plena sobre sus breves cejas. Lo recordó al borde del llanto, vio su melena profunda y su traje de etiqueta ubicado en la primera fila. Vio también aquel baile y la mirada que se le impregnaría en la piel.
            Javier, así se llamaba, le había llevado flores a la salida del espectáculo. Ella, atrapada por la fascinación, lo había seguido atada a su mano toda la noche. Él le susurró palabras que olían a perfume (después ese perfume penetraría su joven e inexperimentado cuerpo). ¿Cuánto duró? Lo había olvidado; quizás seis o siete funciones.
            Aspiró con intensidad los aplausos que la recibían y buscó, entre los hombres presentes, aquel al que había amado. Salió del escenario con una lágrima pausada, ahogada en la ausencia, desbarrancada sobre su propio sueño.
Ligeia 2012

MANCHAS Y TIERRA



            Cuando era niña sentía una especial inclinación hacia el suelo: me desplazaba cual reptil entre los muebles de la casa. Algunas veces, llenaba mi cuerpo de colores y los imprimía en las baldosas del patio; así surgió Joaquín, que en principio era sólo una pelota despareja dibujada al costado de la galería.
            Las siestas eran importantes en mi pueblo y me producían una especie de afixia diaria y repetida, era como si buscaran aprisionar mi imaginación en un trozo de tiempo, dentro de una caja llena de alambres. Atrapada, escapaba a través de los huecos y reponía la luz que el sueño se empecinaba en quitarme. Y Joaquín fue cobrando vida, mi cuerpo buscaba un compañero de juegos, así que amasó polvos de distintos colores y lo delineó contra el suelo. Lo último que le colgué, recuerdo, fue un globo ruidoso, que hacía juego con mi corazón.
            Pasó tiempo, y esta muchacha de ahora continúa aborreciendo las siestas, y sigue acumulando imágenes a las cuales atarse para sentirse libre: un día, un espejo; otro, una sombra sobre la puerta que conduce al corredor. Mirarme pero desdibujada, desconocida ante mí y ante los otros.
            Joaquín desapareció rápidamente, Casilda se ocupó de borrarlo de un baldazo, pero también borró mi cuerpo, intenso en sensaciones de colores que se derramaban sobre el suelo.  El primer amor y el último, el sortilegio de una tierra que abraza y, mis manos que se siguen hundiendo en ella, buscando las respuestas que el dueño de la siesta me quitó.

Ligeia 2012

OTRO DÍA


Urbano puente
entre mis pies oscuros.
Tablas sobre el camino de palabras y
otro hasta mucho
NIEBLA, NUBE, SABOTAJE.
Sol y Manos,
azada de conflictos,
situación sentido sines,
expresión entre mi piel.
Abrazos y choque de arrugas.
Salvajes caídas en el dolor,
temor en el ya irse.
Ilusión de viejos payasos
marchando a piernas extendidas
que sonríen al adiós.
¿Ahora la perdida?
Ya sólo habla ¿cómo?
Todos aplauden.
Otro día.

Ligeia 2012

ESCRIBO



De prisa, frenética en mi paso
melancólica de historias y piruetas.
La mano roza la caja de milagros
y abre el tiempo de las sílabas.

Serena nunca.
Impaciente en el sonido, impaciente en el presagio,
de un final demasiado aventurado,
de un final que no puede
y pide ser final a puro aullido.

Un palabrerío bochornoso,
que enloquece a tinieblas mis palabras.
Un no basta
que inquieta mi cuerpo escriturario

Tragarlo todo, en un demasiado, en un silencio
largo y prolongado.
Mi garganta que aprieta
y el corazón que rueda:
rayos de bicicleta nueva

¿Escribo para mí? ¿Escribo para otro?
Importa poco.

Ligeia 2012

martes, 19 de junio de 2012

IMÁGENES




La lámpara se desveló ante la insistencia del tiempo y
dentro de ella el destino nos daba sus primeras noches.
Por fuera deslizaba su luz impía hacia las venas
que desnudaban su impostura y su no compromiso con lo visto,
con aquel destino inquieto,
que buscaba caballeros para armar naipes indefinidos.
Atravesada por el viento y los temblores
acechar resultaba imposible, sólo acertar con la carta indicada,
lacerar con el juego posible e infinito.

Ligeia 2012

jueves, 31 de mayo de 2012

REMOLINO DE PALABRAS




Tiempo deseo desesperación. Temblor en la caricia y por ella. La nube y el polvo de la sombra. Tu voz que no oye. Tus lamentos. Mis rodillas con espejos que reflejan mi pubis anaranjado. Temblor. La sed. La sequedad. El no decir. El decir. El dejarse llevar por los fantasmas violetas del olvido. Mi olvido es violeta, como el tiempo. El tiempo que desapareció el mañana y junto con ello mi voz. Mi cuerpo dolorido, sin sabor. Mi cuerpo que ya no es aquel que me hundía en el placer. Un cuerpo doliente, doloroso, incendiado de pérdidas. La sangre que se fue ¿adónde fue? ¿Quién se quedó con mi sangre? Quiero que me la devuelvan. Hijos del dolor, hijos de la sangre. La miel de la mirada y un callo en la espina dorsal. Tuberculosos del amor, nuestras bocas se llenan de toses nauseabundas. Hijos de la sangre, hijos en la sangre. El pie que toca la baldosa floja, que la esquiva. Una mano sobre el pene que ya no lo es, que equivoca su condición de erecto, que desagrada como esa prostituta que lo sumerge en la palangana del olvido.
Así. Con el sexo roto en otro sexo. Con mi afecto deslumbrado por una película de Hollywood barata… con un príncipe barato. Mentiras. Y la porno de la noche inacabable en los fluidos de mi corazón. Mentiras. Sin finales ni comienzos. Siempre con noches y voces pendientes. No toques no mires no hables no lastimes. Hijos de la sangre. ¿Dónde están los hijos que no tuve? ¿Por qué me dejaron? ¿Por qué te dejé morir en el medio de mis piernas, te estrangulé con mi oxígeno viciado? El príncipe no vino y la bella siguió durmiendo entre porotos de almacén y paquetes de lentejas viejos.

LIGEIA 2007

LA LECCIÓN




           “Primero fue un grito, como si hubieran pisado a alguien. Mezcla de dolor, sofoco y carcajada. Luego un murmullo suavísimo, como el zumbido de una abeja que muere; y finalmente, un escándalo en palabras que llenaba el aire del lugar”.
Marcelo Birmajer, El hombre de la llave

                Tomó el frasco de la estantería y lo arrojó contra el mostrador. Encendió el mechero y colocó el tubo sobre él, inundándolo todo con un olor insoportable. Miró por la ventana entreabierta y ahogó un primer alarido. Luego, golpes en la puerta y atropellados empujones en el patio trasero. Aurora temía que el almacén se incendiase, así que llamó a los otros para que la ayudaran a contenerlo y a sacarlo del lugar.
                Carlitos permanecía sentado a la sombra de una planta de kinotos, esperando que alguien lo encontrara. Y así lo hicieron: lo cargaron en andas y se lo llevaron para el destacamento de policía.
                El comisario Roldán, jefe de la comisaría zonal, trató de dialogar con Carlitos, pero éste se negaba a explicar lo sucedido, más que por desconfianza, por ignorancia de los motivos que lo condujeron a hacerlo. Roldán, que no se andaba con vueltas, dijo que lo encerraran en una celda hasta “que le volviera la memoria”. Y así se hizo.
                El almacén había sufrido algunos daños, pero nada era irreparable y Aurora encaró para la seccional, para intervenir en la detención. Al llegar, le explicó al comisario que todo debía haber sido una confusión, que seguramente el detenido había equivocado los frascos y así habían sobrevenido las complicaciones posteriores.
                Roldán la escuchó con respeto, pero lentamente le explicó que Carlitos había cometido un delito y debía “escarmentar un tiempo en la cárcel”. El policía no entendió;  Aurora, tampoco
                Carlitos era bajo, de contextura mediana, labios chiquitos y nariz ancha. Cuando tenía 23 años se había recibido de farmacéutico en la Universidad de La Plata y había intentado varias veces abrir su propia farmacia. Aurora lo quería, como se quiere a un primo lejano al que hace mucho tiempo que no se ve. Los dos pasaban los cincuenta  y se tenían “el uno al otro”.
                Ella, con la cabeza gacha, sintiendo el viento que corría desde el pasillo exterior, no hablaba, su terquedad era bien conocida en el pueblo. Recordaba cuando decidió conformar esa sociedad con Carlitos, la atracción que él ejercía sobre ella y su modo de quererlo. Roldán la interrumpió diciéndole que debía retirarse, que ya era tarde y debían cerrar la oficina; se ofreció a acercarla hasta su casa. Aurora se dejó llevar…
                Dentro de la celda hacía mucho calor y con la euforia del día vivido, a Carlitos le costaba descansar. Intentó diferentes posiciones sobre el catre, pero ninguna lo aquietaba. Silbó una canción de cuna, pero fue reprendido por el oficial de turno porque no lo dejaba dormir con tanta bulla. Decidió, entonces, acostarse en el suelo. Un escozor helado le recorrió la columna y un pálido placer apareció en sus mejillas. Sentía su corazón. Sus manos abrazaban el mosaico verde y amarillo del piso. Algo lo reconfortaba y sonriendo a la noche, cerró los ojos y descansó.
Por la mañana lo fueron a buscar, Roldán consideró que, dadas las características del presidiario, una noche de escarmiento era más que suficiente. Primero fue un alarido poderoso, como esos que sólo es capaz de imponer la autoridad. Luego un chillido de bicho aplastado. Cuando se asomaron a la celda lo notaron dormido, con el rostro en posición de algún tipo de agradecimiento religioso. El comisario lo empujó con el pie izquierdo para tratar de despertarlo y mando al cabo Álvarez a buscar al médico para que viera que le ocurría al preso, si no es que ya estaba muerto. Una vez sólo en el calabozo, comenzó a maldecir a la madre de Carlitos, a la tía y a toda la familia. “¿Qué hago ahora con este fiambre?”, pensó entre medio de puteadas. Allí se le ocurrió la idea de puentear al médico y dirigirse directamente al Dr. Pérez, que le debía un par de favores pasados. Se agachó para verificar que el preso realmente no respiraba. No le dio el tiempo para más.
Álvarez regresó recién a la media hora con el médico, ya que le había costado mucho trabajo localizarlo por las urgencias del momento.  Se asomó al lugar para explicarle el motivo de su tardanza. Aurora, gracias a la bondad de sus vecinas, que siempre la tenían al tanto de lo importante, acababa de dar un portazo en el frente y caminaba desquiciada hacia el lugar. Un grito la detuvo en la mitad del pasillo.
En los diarios no salió toda la verdad, sólo unas pocas líneas que repetían el parte de prensa: “Adulto de mediana edad y con antecedentes de desequilibrios nerviosos, con arma blanca, provoca heridas cortantes en el cuerpo de otro adulto, miembro de la fuerza policial”.
Después, ella quedó sola, auque aún espera, que Carlitos vuelva.  
LIGEIA 2007

EL PROGRESO




            Tenía la boca llena de pasta dental, cuando su mujer le gritó desde la cocina que habían cortado el agua. Como pudo se limpió con una toalla húmeda y se dirigió hacia la calle. Miraba a unos empleados manipular caños y máquinas delante de él. Intentó acercarse a uno para averiguar el porqué de semejante despliegue, pero no obtuvo respuesta alguna. Se lo atribuyó al ruido que hacía la máquina excavadora e insistió elevando más la voz. Un empleado de la compañía, harto de tanta pregunta, sólo se limitó a responderle que no se les permitía hablar con gente ajena a la empresa. Su animosidad hacia el sujeto creció y tomándolo de la camisa le pidió a gritos explicaciones. Nada obtuvo. Lo soltó y entró nuevamente a la casa.
            Su mujer lo esperaba para comentarle que no había podido hacerle el desayuno, que debería irse a trabajar sin tomar nada, que si esto seguía así ni siquiera sabía cómo resolvería el tema de la cena, etc., etc. Él sentía que un ruido le llegaba desde lejos…

LIGEIA 2007

SÓLO LA CARICIA



Cae la mano en la boca anaranjada
quiebra el grito,
engulle las ganas de vivir,
toma la tijera.
Encuentra debajo del sofá
la telaraña de un cuerpo,
unos pies empantanados, un tiempo hueco.
Hurga en mi delirio.
Penetra el miedo y expande tu silencio.

LIGEIA 2008

HUELLAS



            No sabía de dónde salía ese olor, pero sentía que su pulso comenzaba a vibrar. Lo reconoció de inmediato cuando lo vio asomarse por la ventana del cuarto. Se acercó a la cocina e interrogó a su esposa: “¿Qué hace él aquí?”. Laura desvió la mirada tratando de distraerlo y corrió de la hornalla el guiso que se estaba quemando.
            El hombre de afuera siguió carpiendo el pasto. Era bello, medía casi 1,90 metros, sus pómulos sobresalían por sobre el tamaño de la nariz y su boca se contorsionaba con alegría. Laura lo miraba mientras su marido la acosaba con preguntas.
            -Viejo- dijo- es hora de olvidar. Él necesita el trabajo y nosotros necesitamos entender lo que hizo.
            El marido de Laura, ronco de ira, tomó el secador de pisos que estaba al costado de la puerta, y lo quebró contra el lavaplatos.
            El hombre de afuera escuchó los ruidos. Sabía que era mejor no involucrarse… Miró la casa, entre los vidrios de la cocina vio el rostro de su madre, apoyó el rastrillo en la tierra y se fue, no sin antes, abrir un surco en el suelo con su nombre.
LIGEIA 2007

INCONCLUSO



            Decidió dejar las persianas cerradas porque el sol del mediodía era intenso. Tomó la guía de teléfonos y se sentó en el sillón más cercano. Daba vuelta las páginas con ansiedad, seguro su número estaba allí -pensó. Y se detuvo a observar sus manos: nunca las había visto bajo esa luz; recordó cuando eran más pequeñas y descansaban confiadas dentro de los dedos de su padre…
            El teléfono sonó varias veces pero ella ya estaba en otro sitio.

LIGEIA 2006

VOZ DE MUJER




                Tenía la sensación de ser extraña a sí misma, de haber querido estar justo allí, diciendo lo que estaba diciendo sin más lágrimas en los ojos. Su voz había sido mutilada por el desconcierto. Aferraba a sus hijas por los brazos y corría, corría sin tiempo, con un cuerpo atravesado por otras huídas a las que aún no se acostumbraba.
                “Puede retirarse de mi casa, por favor”, había dicho… y la violencia y el gesto del otro la habían condenado.
                “Mi casa”, pensó entre miedos y llantos reprimidos. El viejo loco, desalineado, furibundo, enclenque y desparejo había invadido “su lugar”; el otro, el descarriado, el visco (como lo llamaban), el deformado, se había dejado llevar por el viejo, que con un hilo de saliva en la boca y los ojos brillosos por el alcohol, murmuraba conjuros al viento.
                Sabían de eso, sabían de su voz, sabían que no era tan fácil hacerla callar, ni con gritos ni con golpes…. Sin embargo, ella calló. Se levantó del suelo como pudo, abrazó a sus hijas y se fue.
                Había buscado muchas maneras de hacer justicia, o de ayudar a ella, y esperó.
                Un mediodía de verano, entre el calor de las moscas, un extraño olor a caña sacudió su corazón. Le dolía, más que dolerle le molestaba y no entendía. Afuera se escuchó el ruido de una sirena.      
                De lo otro se enteró días después, por su vecina: “Viste, a Don … el nieto le pegó un escopetazo en la cabeza y se entregó”. Sintió arderle el cuerpo de satisfacción. Se asustó.
                -A las armas las carga el diablo- comento M.
                No oyó nada más. Su voz de mujer la había traspasado y, sólo Dios, había sabido escucharla.
LIGEIA 2006

UNA VISIÓN




                El hombre estaba sentado en el pasillo. Hacía rato que esperaba. El ruido del ascensor …y los muros del edificio que eran enormes, grandes y grises.
                El ascensorista detuvo el aparato e inquirió: “Perdón, ¿busca a alguien?”. Él lo miró extraviado.
Su memoria lo había llevado por aquellos cerros para descender sobre esas mujeres de piel cansada. El rojo del aire lo tomaba todo. Sus pies se clavaban en aquella tierra y sus piernas adquirían firmeza en el paisaje norteño.
Cuando alzó el rostro, el ascensorista ya no estaba. Miró por la ventana y vio a esa  familia pidiendo. Abrumado por la imagen y por la rutina con la que se imponía, focalizó más allá y sintió el puerto: lo inesperado de ese sitio lo asombraba, la búsqueda, el mar, los desafíos. Se lamentó por no formar parte de esa clase de hombres, con sus camisas sudadas, sus hombros anchos, sus caras oscuras y ajadas por los estragos del viento y del sol. Un barco rojo los sostenía bajo un haz  de luz mustia.
-¿Qué hace usted aquí?- lo interrumpió el Señor T.
-Lo esperaba –murmuró- necesito el trabajo.
-Creo que ya lo conversamos.
El hombre bajó la mirada, tomo sus lentes y salió del edificio. Contó su dinero y se encaminó a la Terminal. Ya en la ventanilla, pidió su pasaje. Una vez que lo tuvo, lo aprisionó contra sí y lentamente subió al micro.
Era un viaje muy largo. En Comodoro el día estaba soleado y el ómnibus arrancó bordeando la zona del puerto. Algunos marineros subieron y los oyó hablar dialectos extraños. Vio nuevamente al barco rojo pero ahora mucho más de cerca; el olor del mar le impregnó el alma: aquel mar que lo había acariciado tantas veces, hoy sólo le causaba desamparo.
Un brusco temblor del micro movió sus recuerdos y la cara de su madre lo arrasó: se estiraba, se desfiguraba: por momentos era la de aquella mujer abrazando a sus hijos en la calle, mendigando comida; por otros, eran esas jóvenes tostadas, de pantorrillas anchas que anidaban a sus vástagos por la espalda.
El movimiento del vehículo lo adormeció y sólo despertó cuando no hubo nada más que recordar.
LIGEIA 2006

DE VUELTA



            -Vengo a buscar esos panes de centeno que yo comí en mi niñez- le dije al hombre de anteojos, de grandes orejas y nariz en pico.
Yo seguía de mi lado del mostrador. “Quiero los mismos”, lo increpé angustiado, sin saber bien donde colocar mis ganas de recordar.
            El panadero tomó sus canastos y se metió dentro de la cuadra. Cuando volvió, tenía sus dedos llenos de migajas de panes viejos, que me ofreció sin mediar palabra.
            Sujeté uno de ellos hasta que se perdió en la aspereza de mi boca dormida.
            Me fui de allí. La sirena del pueblo sonaba, como todos los martes, a las seis de la tarde, hora en que el tren de carga arribaba al andén principal. Me escondí, como cuando niño le robaba frutas a Doña Teresa, la del boliche de enfrente. La locomotora arrancaba con paso retraído. Y el polvo…
            El calor, mi traje en aquella peña del club. “Un día memorable”, había dicho el Beto mientras se rascaba la barriga. Yo ahí: chiquito, ridículo, estirado por la sombra de las luces y del cielorraso.
            Improvisé una canción vieja, la busqué en mi memoria, hurgué en aquel espacio que se me escapaba, que se deshacía: polvo, sólo olía el polvo del camino.

LIGEIA 2006

A SUELDO

En el orificio del sombrero
tenía los ojos apoyados.
Una mano sujetaba el dinero ganado en aquella partida
y la otra bebía su quebrada soledad.
A punto de ponerse tieso, las lágrimas hirvieron:
una pelea no sabía a amor, no sabía a muerte;
pero esa discrepancia había marcado su acto,
había inaugurado un psedónimo, una identidad rota
un fetiche de aquella mujer, que quizá, nunca había amado.
Ligeia, 2012

martes, 22 de mayo de 2012

DESPROTECCIÓN

La piel quitó el grito de la mañana,
farsante en esta historia de conjuros
y  pequeño en la boca de los que tienen hambre.

La piel quitó el grito de la mañana,
rufián de calaveras exaltadas
y  atrevido en la espalda de los que pasan frío.

Entre las calles sonó la orquesta.
Saltamontes a la vera de los supermercados
y reptiles de los suelos ajenos, sucios, descalzos.
Abrazados a la tierra, escondidos en ella.

LIGEIA 2012

domingo, 6 de mayo de 2012

RUTINARIO

Artesanal y estrecha, la muda de ropa sobre tu hombro.
Entre la música vieja y el caminar atónito, intercalada de emociones.
Serán los ojos tras tus manos que me tientan, o será el misterio de aquella puerta sin llave.
La tarde nunca, pero las piernas se desploman en un baile delicado.
Demasiado todo, demasiado mucho para esta mirada que vuelve.
Viento de incertidumbre entre labios desteñidos.
Viento de incertidumbre entre gargantas secas.
Grito entre aquellos que no nos conocen y muero en el tedio de lo conocido.
Alquimia de deshecho cotidiano.
LIGEIA2012

sábado, 5 de mayo de 2012

RELATO BREVÍSIMO



Los huesos firmes, las manchas de la vejez y el desquicio de los silencios.
Su hijo. El mayor. “El varoncito”, había dicho la vecina de Azucena mientras le apretaba un cachete. “Los ojos del padre”, murmuraban todos…
Solo ella se había atrevido a mirarlos aquella vez, aquel día en el que sintió que su vida se había derramado sobre las sábanas sucias. Silencios, olvidos. Algo quedaba…algo se estremecía por persistir, por interrumpirse…”Ya no”, le había suplicado al Clemente buscando la palabra que lo hiciera ser el “otro”, el que ella amaba; pero el Clemente era duro… para colmo con esos ojos.
El rastrillo se volvía tibio entre los matorrales de la chacra. El hijo varón sostenía la pala con ahínco, la mirada estancada en la gorra de su padre; el fondo del pozo.
El muro lo construyeron después, y después también  lo taparon con telas, con fibras, con tiempo…
“La loca del muro”, la llamaban algunos. “La sin ojos”, otros. Azucena los oía, bien que los oía, sosteniendo sus manos, con la mirada envuelta de cielo.
LIGEIA2010

DESNUDEZ


La siesta había durado más. El aroma del calor soltaba al día de a poco, que parecía no dispuesto a ceder. Sentía las rodillas húmedas y en sus axilas oleadas profundas. Debía darse un baño, lo necesitaba urgente. Su piel, tibia y rolliza, no se aflojó ante los excesivos goterones que brotaban del duchador. Cerró las canillas y se secó rápido. Así, con una toalla que apenas lograba ocultar sus extremidades, sus volúmenes lograron atravesar el living comedor sin ser vistos a través de las ventanas que daban a la calle.
            En su habitación, encendió el ventilador de techo y buscó precipitadamente alguna tela que la salvara de aquel clima. Todo le parecía demasiado para cubrirse. Decidió no vestirse por el momento y volvió a colocarse la toalla, ahora sobre los rastros de su cintura. Allí, el espejo le habló sobre la forma de sus senos, los brazos se extendieron en toda su plenitud -hacía mucho que no se atrevía a descubrir su cuerpo de ese modo-. Recuerdos de partos y amores, su mirada reclamaba mucho más.
            Sintió su desnudez en cada sitio recorrido. El color de su cuello, de su abdomen, de sus glúteos, no habían cambiado desde la última mirada. Un verse entera, hoy, un día de verano como entonces…        Sin duda su ombligo había crecido de tamaño, junto con unas pantorrillas maduras y poco estilizadas. Se gustó, se sintió un viejo árbol capaz de dar abrigo (ella, que tenía tanto calor…). Le gustó su pelo enredado y sin peinar, las manchas que el tiempo había dejado en su rostro. Le gustaron sus rodillas, sus pies.
            El calor ya no era, podía elegir quedarse así, llena de viento y espuma. Y así lo hizo, luego de hacer un bollo con la toalla y dejarla abandonada en el fondo del río.
LIGEIA2011

EL FIERO




Había conocido a Inodoro tiempo atrás, en reyertas surgidas del alcohol y la penumbra. Eduviges lo había engualichado con sus ojos aplomados y su mirada de espanto. Ya le había robado el perro con aquel asunto de la repartija en la campaña, pero su mujer…  
“Sos hombre muerto”, le había cantado allá en los galpones del ferrocarril, cuando se trenzaron a puro puñal.
Entre pajonales y desierto, vigiló día y noche. En la pulpería, Inodoro olió el viento y sus miradas se fundieron en un solo ardor.
LIGEIA2011

PASOS



El misterio de su vida
Enterró la penumbra de la tarde
Como un tejido humedecido en fantasía
Una tromba de pájaros celestes
Como un escalofrío cayóse sobre el labio
Un eco que gritaba el silencio
Como un relámpago de arcilla fuera de su tiempo
LIGEIA2012

DESAMOR



Como araña comí de la pared cascada por el tiempo
Como lámina de éter sorteé mi sufrimiento y
como meandro insoldable me colgué de tu brisa.

¿Quién sabe? No fue brasa, no fue hielo
Fue una simple mochila entre mis piernas.
                                                                                                                                LIGEIA2012

AHORA


Mi trinchera no deja de masticar la furia de cuerpos pasados
íntimos de haceres dolorosos en el centro de mi útero
implacables en la casa de las lilas -Alejandra, yo también muero por las lilas-.
Maracas que irrumpen sobre mi garganta abierta de tanta muerte
y esqueletos dormidos que piden dónde crecer y reproducirse hábilmente
sobre un cuerpo nacarado de sortilegios y embriagado de un mango dulce, hilarante hasta el fin de mi sufrimiento.
LIGEIA2012

DISFRAZ

Pelucas rosas, amarillas, violetas, cristalinas
             llevaba sobre su vieja cabeza oblicua.

La rosas para los días eternos y las cristalinas para
              dejarse atravesar por el seco viento de la mariposa.
Las amarillas para salvar su vista y las violetas para
                               casarse con sus más violentos intentos, para
                               ser penetrada esposa de la algarabía.

“Maton” decía el cartel de la próxima estación
Su bolso verde en volumen, risueño de pelucas  que la acompañaban
                                            más un borracho ski que le hacía de bastón
sobre su último carnaval de la mañana.
LIGEIA2012

NADA


Nada hacia el peldaño para esconder el hambre entre sus manos
Sólo lo hace, sólo tiembla la incunable fantasía …allí, el arco del guerrero escupe la estaca impune,
sólo folletines pegados en pedazos, anudados por cualquier fantasía sobre el frente de la alacena,
para esconder la falta, para ocultar el vacío, aprieta su hueco y consume su costado
LIGEIA2012

YUXTAPOSICIÓN

La ilusión de temer la lujuria de tu incoherencia hasta la saciedad.
LIGEIA2012

ARGENTINA 2001


Amar la fruta que corría por su garganta
Desearla con fiereza y exterminio
Poseerla hasta la frustración
Y el dinero inmaduro que se vuelve jugoso en el entorno
Y las semillas que hunden su temor
Y las ollas que suenan contra el piso
Repetir, repetir, repetir
Es la rabia que golpea los bancos
Son los muertos sin sabor
Bipolaridad de un sistema de retornos
LIGEIA2011

SIN



Entre la tierra de mi gente         Entre la abrupta desesperación


                 Entre el agua espesa en el crujir de almas
                  Entre el poroso limón sobre mi abdomen

                        Entre los libros descalzos de ti


                                Virtual mi espera


                                  Ahogada de mí


                                        Mis pies



                                            V


                                            a


                                            c


                                            í


                                            o

LIGEIA2011

SILENCIO

Tornado, tus ojos esquivos de mediodía, adentro,

mis nativos sentidos gritan, mis nativos sentidos susurran un

dolorido gesto intestino.

En la siesta flaca de mis manos

una muda pizarra camina entre mis labios.


LIGEIA2011