jueves, 31 de mayo de 2012

REMOLINO DE PALABRAS




Tiempo deseo desesperación. Temblor en la caricia y por ella. La nube y el polvo de la sombra. Tu voz que no oye. Tus lamentos. Mis rodillas con espejos que reflejan mi pubis anaranjado. Temblor. La sed. La sequedad. El no decir. El decir. El dejarse llevar por los fantasmas violetas del olvido. Mi olvido es violeta, como el tiempo. El tiempo que desapareció el mañana y junto con ello mi voz. Mi cuerpo dolorido, sin sabor. Mi cuerpo que ya no es aquel que me hundía en el placer. Un cuerpo doliente, doloroso, incendiado de pérdidas. La sangre que se fue ¿adónde fue? ¿Quién se quedó con mi sangre? Quiero que me la devuelvan. Hijos del dolor, hijos de la sangre. La miel de la mirada y un callo en la espina dorsal. Tuberculosos del amor, nuestras bocas se llenan de toses nauseabundas. Hijos de la sangre, hijos en la sangre. El pie que toca la baldosa floja, que la esquiva. Una mano sobre el pene que ya no lo es, que equivoca su condición de erecto, que desagrada como esa prostituta que lo sumerge en la palangana del olvido.
Así. Con el sexo roto en otro sexo. Con mi afecto deslumbrado por una película de Hollywood barata… con un príncipe barato. Mentiras. Y la porno de la noche inacabable en los fluidos de mi corazón. Mentiras. Sin finales ni comienzos. Siempre con noches y voces pendientes. No toques no mires no hables no lastimes. Hijos de la sangre. ¿Dónde están los hijos que no tuve? ¿Por qué me dejaron? ¿Por qué te dejé morir en el medio de mis piernas, te estrangulé con mi oxígeno viciado? El príncipe no vino y la bella siguió durmiendo entre porotos de almacén y paquetes de lentejas viejos.

LIGEIA 2007

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