domingo, 10 de septiembre de 2017

ESCRITURA

Una madeja de palabras sobre la cara, una malla que aprieta y tiene que saltar. Una prisa. Una escapada. Una tienda de juguetes para decir. ¿Qué decir? Sólo lo posible. ¿Qué decir? Los juguetes golpean contra el vidrio buscando la puerta. No hay puerta porque no hay vidrio, sólo la malla, la malla que aprieta y tiene que saltar. Insisten. Son juguetes. Insisten abrumados: sólo un trazo. Una voz. Voz de viento, de agua, que traza en la memoria –en tu memoria- de rituales teatrales. Voces. ¿Las oís? Se paran a mirar a los juguetes. Sienten pena por ellos, sienten pena por sus límites, por sus fronteras. Quizás, si están de humor, hagan una ronda. ¿Y el vidrio? Tal vez Alicia nos ayude a resolver el problema, murmuran las voces. No, ella no. Ella se fue a jugar a las cartas en una casa de retiro. ¿Y entonces? Que vengan los dragones y los molinos, las horas empeñadas en el tiempo y el silencio. Toc toc. ¿Quién sos? 

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