domingo, 10 de septiembre de 2017

EL INDECISO

Gritó un llanto amarillo y su boca le tendió una red.
Esperó.
Olió a vinagre viejo y a palanganas vueltas al revés para evitar las lluvias.
Nadie.
En el patio una tabla de lavar y la armónica quebrada sobre la pileta.
Loco.
Alguien debió-haber-visto algo, algún silbido tieso entre las baldosas.
Pobre,
“lorito” le decían entre hipo y quejido.
Solo,
al frente de esa mesa con la sonrisa vieja y archivada.
Perdido.
“Con tanto culo suelto no se sabe”, le había dicho ella.
Demoró
un gesto dejándose temblar sobre la silla.
Calculó
la partida cuando tomó las cartas y las mezcló.
Esperó
tibio, cocinando el dolor de su venganza.
Tanteó
algo solitario sobre aquella tierra.
Juró

no esperar en lugar de ellos entre tanta Lorena muerta.

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