Dejó
caer la cartera en el suelo y se desplomó sobre la silla. Miró sus uñas sin
atreverse a confesarlo. Él abrió las ventanas y una ráfaga de miedo la cegó. Su
grieta era lejana pero ella la había actualizado, convirtiéndola en un presente
sinuoso. La fruta había sido devorada en el lugar equivocado y su nombre ya no
le pertenecía.
LIGEIA 2012
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