Por Alejandra
Dentada la garganta que no sabía
a grito, que era tumulto de raíces violáceas. En las noches cacerías rojas
atrapaban al culpable del crimen. Poseída, como rehén de sussinsentidos y
deshojada por las lágrimas amarillas de los paraguas. Sólo un soplo en su YO
para que las palabras y el silencio la convirtieran en la OTRA. Ligera memoria de muñecas
quietas con párpados indecibles de traición. Máscaras en la entretela de sus
abismos.
LIGEIA 2013
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